viernes, 28 de abril de 2023

jueves, 27 de abril de 2023

PREGUNTAS 3ª SEMANA 22-23


PREGUNTAS DE LA TERCERA SEMANA


1. Algo de tecnología…

La protagonista de nuestra historia conduce un sedán azul, un tipo de carrocería propia del automóvil de turismo. Indica brevemente en qué consisten las siguientes tipos de carrocerías:




2 . ¿Hacemos deporte…?

En algunos institutos son frecuentes las actividades deportivas fuera del horario escolar. Nuestro personaje vuelve de noche de un partido de baloncesto. ¿Puedes contestar a estas cuestiones sobre las reglas de este deporte?.


ANúmero de jugadores por equipo.
B. Dimensiones del campo en competiciones oficiales.
C. Color y anchura de las líneas que dividen el campo.
D. Zona de canasta de tres puntos.
E. Características del balón.



3. La ciencia nos ilumina.


La muchacha del relato está muy asustada por los cambios de luz procedentes del coche que la sigue. Acelera su vehículo casi peligrosamente, pero la luz es más rápida que ella… por cierto, 

A.  ¿Cuál es la velocidad de la luz en el vacío?.
B. ¿Qué es un año luz?.

4.Las matemáticas también cuentan...



Vivir cerca del instituto os facilita poder pasear cada mañana camino del centro. Pero esta muchacha debe ir en coche. El texto nos indica que vivía a pocos kilómetros. Si imaginamos que su casa estaba a 19 kilómetros del instituto:
  
a. ¿a cuántos metros de su lugar de estudio vivía la joven?.
b. y ¿a cuántos decámetros?


5.¿Traducimos?


El autor del texto ha escrito más de ciento cincuenta libros en inglés destinadas a jóvenes lectores. ¿Te atreverías a señalar las palabras inglesas que corresponden a las siguientes términos castellanos presentes en el texto?. Anímate y traduce estas palabras al inglés:
  • Casa
  • Camino
  • Coche
  • Granja
  • Policía
  • Minuto
6. Música para aumentar el miedo.



Ya sabes que la música despierta emociones entre las que se encuentra el miedo. Nuestro relato de terror engrandecería nuestras sensaciones si lo leemos acompañado de los acordes apropiados.
El cine logra unir palabra, imagen y música. Investiga sobre quiénes son los autores de la banda sonora de los siguientes clásicos del cine de terror:
El exorcista 


Psicosis




Tiburón



Pesadilla en Elm Street



El resplandor



Poltergeist


7. Por fin la Lengua.


En este relato se mezclan la narración y diálogo. El narrador es interrumpido por las palabras de los personajes o sus pensamientos. Sin embargo a veces quisiéramos conocer más detalles que olvida contarnos. 

Hazlo tú.




Realiza un diálogo de al menos diez líneas, que recoja la conversación de la muchacha con la policía al final de la historia. No olvides ser original y evitar los errores de expresión y ortográfica.

------------------------------------------------------------------- 

¡ RECUERDA !

 
Relee bien las preguntas antes de contestar

Una vez respondidas todas las preguntas, no olvides enviarlas al correo electrónico de nuestro blog, recuerda:

bibliolaestrella@gmail.com

 Escribe en el asunto del correo tu nombre completo, así como tu curso. Y recuerda: Cuida las normas ortográficas.

 

miércoles, 26 de abril de 2023

TERCERA SEMANA 22-23

TERCERA SEMANA  


LUCES LARGAS
Alvin Schwartz(1981), Traducción de Alberto Jiménez Rioja(2003) 
 
      La muchacha que conducía el viejo sedán azul estaba en el último curso del instituto. Vivía en una granja a unos pocos kilómetros y usaba el coche para ir y venir al pueblo.
      Había ido al pueblo esa noche para asistir a un partido de baloncesto. Y ahora volvía a casa. Al alejarse del instituto notó que una camioneta roja salía del aparcamiento al mismo tiempo que ella. Unos minutos después seguía teniéndola detrás.
      “Supongo que vamos en la misma dirección”, pensó.
      Empezó a vigilar la camioneta por el retrovisor. Cuando aceleraba o frenaba, el conductor de la camioneta aceleraba o frenaba. Cuando adelantaba a un coche, también la camioneta lo hacía.
      Entonces la camioneta dio las luces largas, inundando su coche de luz. Las dejó puestas durante casi un minuto. “Probablemente desea adelantarme”, pensó. Pero se estaba poniendo nerviosa.
      Normalmente volvía a casa utilizando una carretera comarcal no demasiado frecuentada. Pero cuando se metió por ella vio que la camioneta también lo hizo.
       “Tengo que quitarme de encima la camioneta”, pensó y empezó a acelerar. La camioneta dio las largas de nuevo; después de algunos segundos, las apagó. Entonces empezó a darlas y a quitarlas, a darlas y a quitarlas.

       La muchacha aumentó aún más la velocidad, pero el conductor de la camioneta seguía pegado a ella. Volvió a dar las luces largas de nuevo: una vez más el sedán azul se llenó de luz.
       “¿Qué hace?”, se preguntó la muchacha. “¿Qué quiere?”.
      El conductor de la camioneta apagó las luces largas, pero un minuto después las había encendido otra vez y ahora las dejó puestas.
      Cuando la muchacha se metió por el camino que llegaba a su casa, la camioneta la siguió de cerca. La muchacha saltó del coche y corrió hacia la casa gritando:
      --¡Llama a la policía! ¡Llama a la policía! –gritaba a su padre.
      Pudo ver que el conductor de la camioneta se había bajado de ésta y que empuñaba una pistola.
     Cuando llegó la policía, fueron a arrestarle pero él señalo al coche de la muchacha y dijo:
--No soy yo a quien quieren ustedes, sino a él.
     Agachado detrás del asiento del conductor había un hombre con un cuchillo.
    El conductor de la camioneta explicó que justo cuando la muchacha se estaba disponiendo a arrancar el coche para volver a su casa un tipo se coló dentro. Él lo vio, pero no había tenido tiempo de intervenir. Pensó en avisar a la policía pero temía perder de vista a la muchacha, así que la siguió.
   Cada vez que el hombre del asiento de atrás se levantaba con intención de asesinar a la muchacha, el conductor de la camioneta daba las largas y el delincuente se agachaba, temiendo que alguien pudiera verle.


FIN 

martes, 25 de abril de 2023

2023. SEGUNDA SEMANAS. RESPUESTAS


  SOLUCIONES DE LA SEGUNDA SEMANA



MONEDAS DEL MUNDO
Tunicia - dinar milim
Zambia - kwacha (tambala)
LESOTHO loti (lisente)
Noruega - Corona (ore)
Lituania - Litas (centu)
Bulgaria - Leva (stotinka)
Bielorusia - Rublo (kopek)
Papua Nueva Guinea - Kina (toea)


CLASIFICACIÓN DE LOS INSECTOS
  • la avispa (la que aparece en el texto)- Himenópteros
  • la mosca - Dípteros
  • el saltamontes - Ortopteros
  • la libélula - Odonatos
  • la mantis religiosa - Dictiópteros
  • la mariposa - Lepidópteros

AGUAAA... 
A) El 72% de la superficie de la Tierra es agua
B) El 97% de ese agua es salada, el 3% dulce

ADJETIVOS 
R: Grandes, pesadas, malolientes, apestosas, repugnantes, malditas, malhadadas, infaustas, desventuradas, eternas. EPÍTETOS / ADJ. EXPLICATIVO

MATEMÁTICAS 
R: 10000 + 20000 + 30 = 30030 dinares X 0.49  = 14714.70 


EL CALZADO
  • zapatillas - 1
  • abarcas - 2
  • borceguíes - 3
  • almadreñas- 4    
  • alpargatas- 5


    RESPUESTA LIBRE 
    No  había que hacer un resumen, sino una DESCRIPCIÓN.
    La descripción tenía que ser psicológica y física (las dos), si no se hace así está mal.






jueves, 20 de abril de 2023

2023. SEGUNDA SEMANA PREGUNTAS



SEGUNDA SEMANA



1. LAS MONEDAS
 
Es sabido que las monedas son, en muchos casos, el símbolo de su país y el reflejo de su momento histórico. 
 
a) En el texto se nombra una moneda ¿cuál es?. 
 
b) Investiga, además el país en el que se utilizan las siguientes monedas:










2. LOS INSECTOS

En el texto, aparece mencionado un insecto, cuya picadura es muy molesta. Busca a qué ORDEN de la clasificación pertenece ese insecto y estos otros que ves a continuación:

a) Eque aparece en el relato



                                              b) La mosca  




                                             
                                             c) El saltamontes




 d) La libélula


                     
e) La  mantis religiosa



f) la mariposa




3. AGUAAAA.... 




El  protagonista del texto, era un poco "alérgico" al  agua: no le gustaba tener que utilizarla y sin embargo, es uno de los elementos esenciales para la vida. Investiga:



a) ¿Qué proporción de agua hay en la Tierra?

b) ¿Qué cantidad de ese agua es salada? ¿y dulce?

 
4. MORFOLOGÍA: LOS ADJETIVOS


Escribe los diez adjetivos con los que se describe en el texto a las babuchas del boticario Abu kásim. Ten en cuenta que estos adjetivos aparecen siempre delante del sustantivo “babuchas”. 
 
 a¿Cómo se llaman los adjetivos que resaltan las características intrínsecas de los sustantivos a los que acompañan y que suelen aparecer delante de estos? 



5. PROBLEMA MATEMÁTICO

En el texto aparece una moneda, el dinar, que es la unidad monetaria de diversos Estados del mundo, la mayoría de ellos de lengua árabe. Resuelve el siguiente problema.
 
a) Si 1 dinar tunecino equivale a 0’49€, ¿cuántos 
tuvo que pagar Abu kásim a los alguaciles?

6. TIPO DE CALZADO
En el texto que has leído, aparece el nombre de diferentes tipos de calzado: búscalos e identifícalos en el siguiente panel.





7. EL FINAL



Escribe una descripción física y psicológica del personaje protagonista de la historia. Tiene que ocupar entre 5 y 8 líneas (ten en cuenta que debes revisar la ortografía ya que resta puntos).
 --------------------------------------------------------

Una vez respondidas todas las preguntas, no olvides enviarlas al correo electrónico de nuestro blog, recuerda:

biblioteca@iesestrella.org

 Escribe en el asunto del correo tu nombre completo, así como tu curso. Y recuerda: Cuida las normas ortográficas.

 

  ---------------------------------------------------------------

 






 CLASIFICACIÓN DE PARTICIPANTES EN EL MARATÓN DE LECTURA



CLASIFICACIÓN DE LA PRIMERA SEMANA

miércoles, 19 de abril de 2023

2023. SEGUNDA SEMANA TEXTO







2ª SEMANA


Las babuchas fatídicas



Hubo una vez en El Cairo un boticario que era casi tan famoso por su riqueza como por su tacañería. De Abu Kásim se decía que había nacido con los brazos demasiado cortos, porque las manos nunca le llegaban a los bolsillos. «¿Para qué sirve el dinero si no es para gastarlo y dárselo a quienes no lo tienen?», piensa la mayoría de la gente. Sin embargo, Abu Kásim prefería enterrar su dinero o esconderlo en los armarios. Tal vez creía que, si el dinero se entierra, germina en un árbol que da monedas en lugar de frutos, o quizá pensaba que el oro sirve para perfumar la ropa guardada en los cajones.

Pero, precisamente a causa de su tacañería, la ropa de Abu Kásim no tenía nada de perfumada. ¡Bien al contrario! El boticario se había pasado la mitad de su vida con los mismos calzones, que remendaba una y otra vez, y se bañaba con la camisa puesta para no tener que enviarla a la lavandería. Con todo, eran sus babuchas las prendas que mejor reflejaban la tacañería del boticario. Abu Kásim las había llevado durante veinte años. Para gastar lo menos posible, cada vez que se le agujereaban las remendaba con tiras de cuero sujetas con clavos de cabeza redonda, por lo que sus pies parecían una pareja de armadillos, y las suelas de sus babuchas eran tan gruesas como el cráneo de un rinoceronte.

Con el tiempo, las babuchas de Abu Kásim sirvieron como punto de comparación en las casas y los salones de El Cairo. La gente decía: «Esta sopa es tan densa como la babucha izquierda de Abu Kásim» y «Los pasteles de mi suegra son tan pesados como las babuchas de Abu Kásim», o «Estos huevos huelen tan mal como la babucha derecha de Abu Kásim» o «Ese chiste es tan viejo como las babuchas de Abu Kásim». Dicho en pocas palabras: todo el mundo en El Cairo conocía a fondo el calzado de Abu Kásim y la razón por la que sus babuchas eran tan grandes y pesadas.



Una mañana muy agradable de principios del verano, el boticario decidió darse su baño turco de todos los años. Al llegar al hammam, Abu Kásim iba radiante de felicidad, pues el sol de aquel día maravilloso le parecía una enorme moneda de oro y los arneses relucientes y tintineantes de los camellos le recordaban las monedas al chocar entre sí.

Tras dejar sus babuchas en el escalón de entrada de los baños y confiar su túnica al dueño del hammam, Abu Kásim permitió que los esclavos de los baños le hicieran sudar como un cerdo, le rasparan las muchas capas de roña que llevaba pegadas al cuerpo, lo dejaran en remojo durante un buen rato y lo perfumaran. Cualquier persona con menos presencia de ánimo o resignación hubiera evitado aquella repugnante tarea, pero los esclavos del baño turco se enorgullecían de conseguir lo imposible. Y no hay duda de que aquel día lo lograron, pues Abu Kásim salió de los baños más limpio que el oro.

Mientras tanto, un rico mercader que acababa de regresar de Persia decidió visitar el hammam para relajarse después de tan largo viaje. Así que ató sus mulas y camellos en la puerta y dejó sus babuchas en el escalón que daba entrada a los baños, donde estaba el calzado de Abu Kásim. Al verlo, el mercader le dijo al dueño del hammam:

No pienso compartir baño con el puerco de Abu Kásim, así que ponme en uno distinto al suyo. Y, si me permites un consejo, quita de la entrada sus apestosas babuchas, pues de lo contrario ahuyentarás a todos tus clientes.

El dueño de los baños pensó que el mercader tenía razón, así que decidió esconder las malolientes babuchas de Abu Kásim. Como le daba asco tocarlas, se valió de un largo palo para levantarlas, y después las depositó en un extremo de la galería, donde nadie pudiera verlas.

Cuando Abu Kásim salió de los baños, no encontró sus babuchas en el escalón de entrada, sino las del mercader, que eran nuevas ,y muy bonitas, pues habían sido confeccionadas con piel de becerro y con la mejor seda de China.

¡Milagro! –exclamó–. Alá sabía que siempre he querido tener unas babuchas como éstas y que estaba dispuesto a comprármelas en cuanto me lo pudiese permitir. Por eso ha obrado un milagro y ha transformado mis viejas babuchas en estas dos preciosidades. ¡Gloria a Alá, que ha decidido ahorrarme unos buenos dineros con su infinita sabiduría!

Después de calzarse las babuchas del mercader, que le iban como anillo al dedo, Abu Kásim regresó corriendo a su casa, donde su cocinera estaba preparando la comida. «¡Qué extraño!», se dijo la buena mujer. «¡Es la primera vez en treinta años que no he oído los pasos de mi amo mientras se acercaba por la calle!»

Mientras tanto, el mercader salió de los baños, y no logró encontrar su calzado. Olfateando el aire, se dio cuenta de que las babuchas de Abu Kásim no estaban lejos, así que las buscó hasta dar con ellas. Al encontrarlas en la galería, gritó con indignación:

¿De modo que así es como ha hecho fortuna ese granuja de Abu Kásim: robando a las personas honradas? ¡Pues ahora mismo voy a darle su merecido!

De manera que el mercader regresó a su casa y les pidió a todos sus camelleros y esclavos que lo acompañaran a la botica de Abu Kásim. Una vez allí, derribaron la puerta, agarraron al sorprendido avaro por el pescuezo y le dieron una buena paliza.

¡Y ahora llamaré a los alguaciles –dijo el mercader–, tendrás que pasar unos cuantos meses en la cárcel! Los alguaciles no tardaron en llegar.

Solo mantendremos la boca cerrada –le dijeron a Abu Kásim– si nos entregas diez mil dinares. De lo contrario, te llevaremos ante el cadí y él te dará el castigo que mereces. ¡Así se te acabarán las ganas de ir por ahí robándoles las babuchas a las personas honradas!

De modo que Abu Kásim tuvo que desprenderse de diez mil dinares para que los alguaciles le dejaran en paz.

Y, por lo que a mí respecta –le dijo el mercader al marcharse–, ¡puedes quedarte con tus apestosas babuchas! Y se las tiró a la cabeza.

Abu Kásim empezó a sollozar.

¡Todo esto es por culpa vuestra! –les gritó a sus viejas babuchas, que, como es lógico, no se defendieron–. ¡No quiero veros nunca más!

Así que Abu Kásim las lanzó con todas sus fuerzas por encima de la tapia de su jardín. Pero el destino quiso que las babuchas fueran a caer sobre una anciana que pasaba por la calle. Como eran dos armatostes de cuidado, la pobre mujer quedó tan aplastada como una galleta.

Cuando los familiares de la viejecita supieron lo ocurrido, corrieron entre llantos e insultos a la calle de Abu Kásim. –¡Asesino, asesino!– gritaban.

Al poco rato, llegaron los alguaciles.

¡Aquí está el arma del delito! –exclamó uno de ellos al descubrir junto a la anciana muerta las babuchas de Abu Kásim–. ¡Ese maldito boticario es el asesino!

En aquel preciso instante el tacaño salió de su botica para pedirle a la gente que dejase de alborotar, pues los gritos le impedían concentrarse en su trabajo.

––¡Ahí está el criminal! –gritaron los alguaciles.

De modo que ataron al boticario con cadenas y se lo llevaron a la cárcel.

El juicio se celebró aquella misma tarde. Los parientes de la anciana muerta reclamaron que Abu Kásim fuese condenado a muerte, pero una ley de El Cairo fijaba el valor de una vida en veinte mil dinares, así que el boticario pudo evitar la horca pagando aquella elevada suma.

Pero, como comprenderéis, para Abu Kásim fue tan doloroso desprenderse de veinte mil dinares como recibir veinte mil azotes o veinte mil picaduras de avispa. El boticario se pasó todo un día aullando de dolor y pateando sus antiguas babuchas para castigarlas hasta que al fin le sangraron los pies. Después, se dirigió con ellas a la orilla del Nilo y las arrojó a la corriente del río con la esperanza de no volver a verlas nunca más.

Las babuchas flotaron río abajo, pero el hedor que despedían era tan infecto e insoportable que los peces morían asfixiados y quedaban panza arriba en el agua. Al cabo, los dos trastos quedaron atrapados en las redes de un pescador tan fuerte como un toro, pues estaba acostumbrado a arrastrar redes llenas de atunes sin ayuda de nadie.

¡Maldita sea! –exclamó el pescador al ver que los clavos de las babuchas se habían enganchado entre las redes y las había roto–. ¡Diez mil maldiciones para ese perro miserable de Abu Kásim!

Y es que el pescador habría sido capaz de reconocer las babuchas del boticario entre un millón de babuchas distintas.

Después de arrastrarlas hasta la orilla, el pescador se dirigió con ellas a la botica de Abu Kásim.

¡Aquí tienes tus repugnantes babuchas! –le dijo
.
Abu Kásim miró con pavor aquellos dos monstruos que chorreaban agua, pero quedó especialmente aterrado por el corpachón del pescador, que parecía capaz de levantar en vilo treinta caballos con cada una de sus manos. Como nadie puede escapar del destino que Alá le impone, Abu Kásim tuvo que soportar que el pescador lo agarrara por los pies y se dedicara a ablandar su cabeza contra la puerta de la botica del mismo modo que ablandaba los calamares y los pulpos contra las rocas del Nilo.

¡Y ahí tienes tus dos porquerías! –dijo el pescador a modo de despedida, al tiempo que lanzaba las babuchas de Abu Kásim contra las estanterías de su botica y destrozaba multitud de botes de valiosos minerales y hierbas.

Abu Kásim tardó varias horas en recuperarse de los golpes recibidos. Cuando al fin pudo levantarse, arrastró las babuchas hasta el jardín y cavó un agujero para enterrarlas.

¡Que Dios se vengue cumplidamente de vosotras, monstruos despiadados!– les decía entre sollozos–. ¡Nunca más volveréis a perjudicarme!

Al oír los gritos de Abu Kásim, los vecinos se asomaron a las ventanas y descubrieron al boticario cavando una fosa en su jardín. Como ya era de noche, pensaron: «Ese viejo avaro ya no sabe dónde esconder su dinero. Seguro que se le han acabado las tablas del suelo y ahora ha decidido enterrar sus monedas en el jardín, pues de lo contrario no se pondría a cavar a estas horas».


Cuando Abu Kásim despertó a la mañana siguiente y se asomó por la ventana de su dormitorio, se encontró en su jardín con una muchedumbre provista de picos y palas. Eran personas de todas las edades, razas y calañas, que estaban cavando con furia en su jardín en busca del tesoro escondido y habían arrasado con todas las plantas medicinales de Abu Kásim. Niños de corta edad zarandeaban montones de tierra en cedazos de metal, y zahoríes con ramitas curvas en la mano iban y venían por los surcos de su melonar.

––¡Buscad, buscad! –les decía un padre de familia a hijos–. ¡Seguro que el dinero no debe estar muy abajo! –¡Escuchadme, por favor! –gritó Abu Kásim desde la ventana–. ¡No vais a encontrar dinero en el jardín! ¡Lo único que he enterrado son mis babuchas!
Pero nadie le hizo caso. Por eso el boticario tuvo que bajar al jardín y desenterrar las babuchas.

¿Veis como no os engañaba? –dijo

Muy bien –respondió un hombre alto y fuerte como un elefante–. Pero, ¿no creerás que vamos a irnos de aquí con las manos vacías? Tendrás que pagarnos una moneda de oro a cada uno por las molestias que nos has causado.

Abu Kásim comprendió que debía pagar si no quería ser linchado por aquella multitud, así que tuvo que desprenderse de ciento cincuenta y cuatro monedas de oro para perder de vista a los hombres, las mujeres y los niños que habían invadido su jardín.

«¡No puedo más!», lloriqueó el boticario. «¡He de librarme de estas malditas babuchas como sea, o acabarán por arruinarme la vida!». De modo que se alejó de El Cairo en busca de un lugar donde hacerlas desaparecer. Después de caminar muchas leguas, encontró una presa que le pareció apropiada para arrojar sus malhadadas babuchas.

¡Hasta nunca! –gritó mientras las lanzaba al agua con verdadera rabia.


                                    
Pero, por desgracia, al otro lado de la presa había un molino.Cuando las compuertas de la presa se abrieron, las viejas babuchas se acercaron a la rueda del molino y quedaron enganchadas en ella. Como aquellos dos armatostes tenían el grosor del cráneo de un hipopótamo, acabaron por destrozar el engranaje del molino, que se paró de golpe. Cuando el molinero examinó la maquinaria para averiguar el origen de la avería, descubrió las infaustas babuchas de Abu Kásim.

¿Así que todo es culpa de ese boticario de tres al cuarto? –se dijo, comprendiendo lo que había sucedido.

Todo el mundo sabe que los molineros no se andan con chiquitas. Son gente de hombros anchos y con el cuerpo más recio que el de una ballena, ya que se han pasado la vida levantando sacos de trigo. Cuando el molinero encontró a Abu Kásim a la orilla de la presa, lo levantó en vilo como si fuera mi monigote y lo arrojó sin piedad al agua.

Por fortuna, los alguaciles llegaron antes de que Abu Kásim pereciera ahogado, pero lo obligaron a pagar los daños causados en el molino.

Y eso no es todo –dijo el capitán de los alguaciles–, porque, si no me entregas ahora mismo treinta dinares, te denunciaré ante el cadí y acabarás tus días en la cárcel.

De modo que Abu Kásim tuvo que deshacerse de las últimas monedas que le quedaban.

¡Y llévate contigo tus babuchas! –dijo el molinero.

Abu Kásim miró aquellos dos trastos y dijo entre sollozos:
Desventuradas, malditas, eternas babuchas, causantes de todas mis desgracias, ¿vais a seguir llevándome a patadas hasta la tumba?

Decidido a librarse de una vez por todas de su calzado, Abu Kásim se presentó aquella misma tarde ante el cadí y, agitando las dos babuchas sobre su cabeza, exclamó entre lágrimas pero con voz firme:

Delante de testigos anuncio, y quiero que la noticia se sepa por todas las regiones del Nilo, que acuso a mis babuchas de maldad y premeditación y declaro solemnemente que las repudio. De hoy en adelante no tendré trato alguno con ningún tipo de calzado, sea el que sea. Abu Kásim ya no es propietario de ninguna babucha. Éstas dos me han dejado sin dinero, pero ¿qué más da? ¡Ahora solo quiero perderlas de vista! Por eso ruego a su señoría que en adelante no considere a Abu Kásim responsable de las fechorías que pueda cometer cualquier tipo de calzado.

Acto seguido, Abu Kásim dejó caer las babuchas delante del cadí y se marchó
corriendo, descalzo, maldiciendo a toda la tribu de los zapatos, así como a la familia de los borceguíes, las abarcas, las alpargatas, las zapatillas y las almadreñas, mientras, en la sala del tribunal, el cadí se reía tanto y con tanta fuerza que acabó por caerse del estrado.

---------------------------------------------------------